sábado, 20 de septiembre de 2008

Anomia Generalizada

Conceptualización del problema

La noción de la desorganización social describe la disociación entre las aspiraciones culturalmente prescriptas y los caminos socialmente estructurales para llegar a dichas aspiraciones. A su vez, las tensiones así generadas desorganizan las normas valorativas de la personalidad, produciendo el efecto de anomia, o sea un estado de angustia colectiva ocasionado por un debilitamiento pronunciado de las normas vigentes.

La anomia social e individual

Loa estados anómicos crean, por el deterioro de las instituciones y de sus valores éticos, un campo propicio de diversas ideologías extremistas de tipo autoritario o de sectas religiosas muchas veces antisociales. Los estados anómicos pueden detectarse, a grandes rasgos, a través de indicadores altamente significativos:

· Suicidios y/o intentos de suicidios
· Enfermedades mentales y/o psicosomáticas
· Divorcios u otros problemas familiares
· Drogadependencia y/o alcoholismo
· Delincuencia

Para numerosos autores, estos estados son producto de debilitamiento sociocultural. Es necesario recordar que la angustia colectiva creada por situaciones de inestabilidad social constituye la manifestación mas típica de la desorganización social.

Por su parte, la inseguridad colectiva se describe como el no saber a qué atenerse y que suele originar en la escena política estados autoritarios, ya que “es preferible la autoridad con seguridad que la libertad con miedo”. Este tipo de solución permite un alivio de la angustia, ya que constituye una respuesta que evita la vulneración de la necesidad básica de seguridad.

Se estima indispensable establecer la relación existente entre anomia y angustia, a fin de facilitar una mejor comprensión del tema abordado. Anomia es falta de normas o debilitamiento del sistema normativo; en cambio la angustia pasa a ser un estado consecuencia de aquélla y que se define como un estado en que se hace manifiesta la presencia de aprehensiones encubiertas.

La anomia es la causa, el efecto es la angustia que la indefinición y desprotección del sistema normativo provoca.



Características estructurales de la desorganización social

Todo lo antedicho permite esbozar una síntesis teórica del proceso de desintegración y las condiciones de su explotación político-estratégica. Interesa resaltar que el debilitamiento extremo de los controles sociales provoca múltiples efectos negativos en la organización social, en la conducta personal y sus motivaciones y actitudes, produciendo de esta manera la aparición de la desorganización social y personal (anomia individual).

La desorganización social es, en definitiva, destrucción de las disposiciones y controles sociales, respectivamente. Tal situación implica, en términos generales, que las normas sociales se han deteriorado gravemente. Se advierte un debilitamiento simétrico de las creencias y valores establecidos.

Cuando sobreviene este fenómeno social, se observa una desmoralización creciente de la población, que pierde su moral y se torna errática y apática. Dicho de otro modo, los cambios que se detectan en procesos de desorganización social pueden ser tantos y tan destructivos, que ya no son alcanzables o no parecen deseables las metas que la gente percibe normalmente, impulsadas por su propio grado de socialización. Así, el deterioro de los controles sociales –en especial los concernientes de la familia, religión, educación y arte– acarrea la aparición de innumerables fenómenos psicosociales, tales como:

1) Alteración de las normas sociales y aparición de desarraigo nacional y social;
2) Marcada tendencia al cinismo y al escepticismo;
3) Tendencia al individualismo extremo;
4) Incremento de la criminalidad;
5) Aumento de la inestabilidad mental y de las enfermedades mentales psicosomáticas,
6) Desajustes, tensiones y conflictos familiares en tres niveles:
a) Conflicto y desequilibrio entre la familia y la sociedad;
b) Conflicto y desequilibrio entre familiares;
c) Conflicto y desequilibrio en la personalidad de cada miembro de la familia.
7) Incremento de los suicidios y/o intentos de suicidios;
8) Aumento significativo del consumo de drogas y alcohol;
9) Incremento de las conductas especulativas;
10) Fenómenos de violencia colectiva (turbas y tumultos);
11) Ola de ocultismo y pseudomisticismo con la proliferación de videntes y magos;
12) Surgimiento del pensamiento pampléctico, o sea de la percepción de que la situación existente es un castigo divino;
13) Proclividad, por aumento de la credulidad, a aceptar y difundir rumores alarmistas;
14) Actitud favorable a las ideologías totalitarias y/o de negación;
15) Bajo nivel de disciplina social;
16) Brecha significativa entre la cultura ideal (lo que se debe hacer) y la cultura real (lo que se hace);
17) Aumento del gusto por los juegos de azar;
18) Incremento de las subculturas divergentes y de las contraculturas (terrorismo, etc.).


Desorganización y anomia institucional

El proceso de desorganización, obviamente, afecta por igual a la comunidad, a grupos sociales y a instituciones. En este aspecto, el sociólogo Pitrim Sorokin, al referirse específicamente a la sintomatología de los grupos desorganizados, señaló: “La totalidad de relaciones y valores sociales es algo vago y confuso. Por ello, las partes no saben quienes son los dirigentes y quienes los dirigidos, cuales son los derechos y deberes de cada uno, cual es la verdadera forma de las relaciones sociales que existen entre ellos, las acciones y la conducta recomendada, jurídica y prohibida con respecto a cada parte”.

Dicha patología social tiende a generar, en algún sentido, una suerte de reacción. Para Horton: “Una sociedad desorganizada deja a muchas personas frustradas, confundidas y ansiosas de obtener explicaciones y orientaciones. Todo lo que desorganice la sociedad establecida, desarraigue a las personas, destruya la familia y debilite las normas y los valores establecidos alentará la aparición de movimientos sociales”.

En este sentido y tal como señaláramos, los estudios de Mannheim, retomados por Fromm; ponen de manifiesto que las raíces profundas de tales movimientos sociales se encuentran en los factores psicosociales. No hay duda de que al enfrentarse los individuos y los grupos a situaciones cambiantes, que la desorganización social impide discernir y superar, emerge una tendencia política hacia formas autoritarias con el propósito, como un nuevo feudalismo, de ceder al Estado o al movimiento político la responsabilidad plena de asumir todas las decisiones para conjurar la crisis y brindar, en contrapartida, la seguridad integral al cuerpo social.

En el campo específico de las instituciones, los indicadores que describen la magnitud de la desorganización pueden enumerarse, de la siguiente manera:

1) Pérdida del sentido de pertenencia;
2) Incremento de solicitudes de renuncias;
3) Prioridad de actividades extrainstitucionales con la siguiente vulneración de las misiones y funciones orgánicas;
4) Sentimiento de que la frustración experimentada es causada por instancias superiores, percibida como fuente de intentos deliberados de generar irritación y descontento;
5) Surgimiento de la agresividad caracterizada por un sentimiento subjetivo de enojo y desagrado;
6) Murmuración malintencionada contra la persona o grupo de personas consideradas como fuente de frustración;
7) Irrupción del mecanismo de desplazamiento (conflictos intrafamiliares, con amistades, etc.);
8) Pérdida de la iniciativa personal e irrupción de la actitud de estar a la defensiva y dotado de un alto grado de suspicacia;
9) Critica excesiva a la dirección de la organización, chistes corrosivos y aceptación y propalación de rumores alarmistas;
10) Incremento de la sugestionabilidad y merma del nivel de racionalidad;
11) Percepción del pasado con agrado y al futuro con angustia;
12) La conducción se torna hiperemotiva, se niega a delegar autoridad y se evidencia incapaz de distinguir las peticiones racionales de las irracionales (regresión);
13) El incremento de las sanciones y de las observaciones funciona, muchas veces, como agente multiplicador de la frustración preexistente;
14) Incapacidad manifiesta para adoptar cambios indispensables;
15) Aparición del fenómeno psicosocial “visión del túnel” (ante las amenazas percibidas, los individuos pierden su capacidad para juzgar la situación con criterio amplio, su campo de visión se estrecha y sostendrá su creencia más firmemente que antes);
16) Aparición de un sentimiento de apatía o frivolidad ante la situación existente;
17) Discrepancia notoria entre lo que se desea y espera y las posibilidades de la satisfacción real de las aspiraciones y expectativas;
18) Incremento de enfermedades clasificadas como psicosomáticas (duodenitis, úlceras gástricas, lumbalgias, hipertensión arterial esencial, anginas de pecho, trombosis coronaria, cefalalgias, diabetes, obesidad, etc.).

La reorganización posible: requisitos

La desorganización supone la ausencia de ajuste recíproco de las partes, con respecto del sistema total. Por su parte, la reorganización implica el necesario reajuste armonioso entre los elementos constitutivos del todo. Es obvio que dicho reajuste exige un eficaz desempeño administrativo y organizacional.

La eficacia con que una organización alcanza sus objetivos y satisface necesidades de la sociedad depende del desempeño de los administradores. De allí que sea necesario tener presente que la función básica de un administrador o líder formal, consiste en establecer la visión fundamental (propósito, misión y meta suprema) de la organización. En definitiva, el administrador especifica el fin tanto como la estrategia general que permitirá alcanzarlo. Para motivar al personal, el administrador buscará:

a) Convencerlo de que la visión organizativa y el papel del personal en ello es importante y realizable.
b) Desafiarlo con metas, proyectos, tareas y responsabilidades que los lleven a experimentar un sentimiento de éxito personal y grupal de realización y logro; y
c) Recompensar a los que hacen bien su trabajo mediante el reconocimiento, las gratificaciones y los ascensos.

Por su parte, el cuadro gerencial tiene por función básica ejecutar la visión. Así el gerente o ejecutivo y los empleados actuarán según modos que constituyen los medios para alcanzar el fin formulado.
En definitiva, la reorganización supone más trabajo de dirección para orientar la labor administrativa.


CONCLUSIONES

· La ansiedad que genera la anomia social e individual como consecuencia del proceso desorganizativo, permite explicar el incremento significativo de una multiplicidad de fenómenos que, desde distintas ópticas, buscan mermar la incertidumbre que puede volverse intolerable para los individuos.

· La desorganización social puede ser objeto de una explotación estratégica a través del manipuleo de los conflictos provocados por las tensiones sociales o económicas, mediante la propaganda y otros procedimientos insidiosos.

· La sociología aplicada distingue, en la tipología de los procesos de desorganización, los procesos estratégicos, en los que la desorganización de la comunidad suele utilizarse como técnica para apoderarse del poder político en la primera fase de la dinámica revolucionaria: la agudización del desasosiego de la población.

1 comentario:

gabi dijo...

muy buen informe! no se cual sera tu profesión pero esta mirada ecléctica es interesantisima, al menos para aquellos que nos gusta esta clase de temas... te felicito.saludos